Nocturno cinco
Su abuelo de sesenta años y Él, de apenas ocho, han salido muy temprano rumbo a la finca «La Florida», a checar sus erales en engorde.
Han transcurrido tres horas de exigente actividad. Sobre las nueve de la mañana llegan a la fonda de Doña Rosario.
Sendas totumadas de guarapo y mogollas de trigo sin levadura, son el desayuno.
La sed y la necesidad de mojar aquel grande y duro pan, les hace repetir la bebida.
En el corredor interior dos jovencitas juegan parqués sobre una pequeña mesa. El chaval se acerca para curiosear. Toma un gran sorbo de guarapo y entonces, el pequeño cae de bruces sobre el juego.
Su torpe mirada se cruza con la hermosa y acusadora mirada de una de las adolescentes.
En el camino de regreso, su semi embotado pensamiento, solo está en esos ojos bonitos.