Nocturno diez

Un fin de semana en la ciudad, desparchado y sin poder ver a su mamá.

Con un pequeño radio transistor prestado, se fue hasta la orilla del caño seco y tirado sobre el jarillón encespado, escuchó…

«Adiós chico de mi barrio,

A donde de prisa vas así,

Pasas en bicicleta,

No te puedo alcanzar…»

Sofocado por el calor de la media mañana, el olor rancio del pasto verde lo embotó aún más.

Estaba quedándose dormido con el pensamiento en nada, cuando una tenue sombra se posó en su cara. Entreabrió los ojos y vio la grácil figura que eclipsaba los rayos de sol.

– Me gusta esa canción. – Dijo ella.

Tarareó la canción acompañando a Tormenta y se sentó junto a él.

– La aprenderé y en una próxima ocasión la cantaremos juntos. – Le prometió el chaval.

Y fue una promesa cumplida y desde ese momento, ella se convirtió en su inspiración.