Nocturno Dos
Nunca había estado tan feliz. Era su primer día de escuela.
La noche anterior había estado ayudando a su madre en la planchada de sus arapos más nuevos. Una y otra vez, sopló con gusto la escotilla de la plancha de carbón, hasta hacerla vomitar flamas por su huitrón. Su maleta portalibros ABC en cuero legítimo y de color negro (todas las demás que vio en su vida de estudiante eran de color café), sería por años su más hermoso atuendo. Esto también lo motivaba a recorrer los dos Kilómetros de distancia entre su rancho y la escuela, sin la compañía de un adulto.
Al llegar a la casona que servía de Escuela, se impresionó de ver tantos niños juntos. Una bella y joven mujer se esforzaba por organizarlos en filas por géneros, en un patio en césped enorme.
Por ser el más benjamín, le tocó en la parte delantera de la fila. Boquiabierto seguía los movimientos de la profesora y su delicioso olor a mujer bonita, lo mantenía alelado.
Se había enamorado de su profesora y entonces fijó su empeño en ser el mejor de la clase.