Nocturno nueve
La flota de más de cuarenta pasajeros quedo al tope.
Las chicas en las primeras butacas y los jóvenes atrás, apretujandose voluntariamente en la banca de los músicos y aspirando los gases mal quemados de las desbocadas del motor.
» Para ser conductor de primera,
De segunda, de tercera,
Para ser conductor de primera,
Hace falta ser buen bebedor,
Con el vino se engrasan las bielas,
Ay las bielas, ay las bielas,
Y se suben las cuestas mejor…»
Al llegar al estadero, la profesora ordenó a los muchachos ingresar al vestier ponerse la pantaloneta, ducharse y meterse a la piscina.
Luego lo hicieron las jovencitas con sus vestidos de baño.
Por estar recolectando y engullendo pomarrosas, el pequeño guambito llego tarde al vestier. Desnudo y a punto de ponerse su pantaloneta, una compañera entró atropelladamente a ponerse su vestido de baño. Paralizado, contempló de comienzo a fin el cambio de ropas de la bella.
Al salir ella, él quedo allí, perplejo y apachurrando su pequeña prenda contra su vientre.
Luego en la piscina, buscó estar muy cerca de quien le habia dado el privilegio de una experiencia visual inolvidable.
